Pedaleando Nueva York

viernes, 5 de septiembre de 2014

Los albañiles






Para mí pasar frente a una obra en construcción es uno de los disgustos del verano, a sabiendas que cuando pasa una mujer, es el momento cumbre en la vida del albañil.

 
 
 
En la esquina de mi casa hay un edificio que ya ha pasado por múltiples refacciones. Allí, la presencia de tres o cuatro albañiles es casi constante, a veces subidos a andamios y otras en la calle, trasladando materiales o escombros a un contenedor. Son todos latinos, de baja estatura aunque nunca me fijé si son jóvenes o viejos, lindos o feos. Nunca me atreví a mirarlos y mucho menos hacer contacto visual porque me ahuyentan con sus silbidos, chiflidos y unas que otras frases babosas irritantes.
 
Están en mi trayecto diario en bicicleta, aunque últimamente doy vuelta la manzana completa para eludirlos. No me gusta y nunca me gustó pasar ante una obra en construcción, sea caminando o en bicicleta. No soporto la tensión que me ocasionan cuando al divisar la presencia de una mujer, en la vereda o la calle, detienen lo que sea que estén haciendo y se ponen en posición de acecho, listos para el acoso, porque para mí no es halagador lo que dicen y hacen; eso se llama bully, acoso, agresión.
La escena es así; en medio de ese silencio que ellos mismos provocan, miran con desparpajo a la víctima. Cuando la mujer esta exactamente en el centro de sus miradas, entre el venir y el irse, justo entonces se produce el silbido largo, agudo, inútil y potente, como si alertaran a un sordo sobre la inminencia de una locomotora.

A veces, sólo utilizan el silbido, que aparentemente es una abreviatura de todo lo que quieren decir y no pueden por A o B motivo.
En otros, el silbido es complementado con frases que no tienen que ver con un piropo, todas imperativas. “Vení mamacita”, vení que te voy a hacer tal cosa y tal otra o “que bien que estás”, por ejemplo. Otras aún más desagradables con diferentes combinaciones del verbo chupar. Lo peor es que la práctica no se trata de una aberración solo vigente de donde yo provengo.
 
Lo que no me queda claro y muchas veces me pregunto es si el silbido es una llamada, una convocatoria o una invitación para que la mujer ingrese junto a ellos a la obra en construcción. En ese caso que harán, la violarán?.
 
Alguna vez leí a una columnista de un diario, que el pasar frente una obra en construcción era el medidor del índice de vigencia o decadencia de una mujer en términos de atractivo. El comentario siempre me pareció de pésimo gusto.



En esta temporada de verano, con días placenteros para acudir al trabajo en faldas o vestidos; o simplemente pasear en shorts, es sumamente incómodo y poco halagador escuchar comentarios obscenos sobre mis piernas u otra parte de mi anatomía.

A riesgo de sonar mojigata, esas expresiones me agreden y no quiero ser considerada un entretenimiento de hombres vulgares, aunque me apliquen aquella mofa: “Esa…no es capaz de inspirar el silbido de un albañil”