Pedaleando Nueva York

domingo, 26 de enero de 2014

Sobre nieve en bicicleta

Con el termómetro bajo cero, de los tantos que tuvo Nueva York durante este gélido enero, decidí coger mi abrigo, echarme la bufanda al cuello, el gorro y los guantes; y allí fui, a pedalear en la nieve. No sería algo extraordinario si no se tratara de una paraguaya que está acostumbrada a temperaturas que apuntan al otro extremo del termómetro.
Casi sin darme cuenta me fui adentrando al invierno, los ligeros vestidos de verano fueron a parar irremediablemente al armario y empecé a vestirme "por capas" para ir adaptándome a los cambios de temperatura. Por primera vez en tres años, la bicicleta fue mi movilidad durante las cuatro estaciones. Decidí usarla en invierno ante la disyuntiva de congelarme caminando unos 25 minutos, entre la ida de mi casa al trabajo y viceversa, que preferí hacerlo en bicicleta.

Pedalear en medio de la nieve puede ser toda una aventura, o una odisea, sobre todo si no se tiene experiencia, como yo. El hielo crugía debajo de las cubiertas de la bici y era como pedalear en la arena; se hizo muy pesado avanzar y el esfuerzo me cansó más de la cuenta. La senda ciclista estaba cubierta de una capa muy espesa por lo que tuve que circular sobre las huellas que dejan los vehículos, porque estaban más limpias, con menos nieve y mejor visibilidad del terreno.

La experiencia valió la pena, con lecciones aprendidas como que la bicicleta tiene que estar preparada, las cubiertas deben ser gruesas y los frenos en muy buen estado. Ademas hay que cuidar que las extremidades; piernas, brazos, garganta y orejas estén bien protegidas.
Contratiempos

Particularmente este año el frío es intenso, el viento que sopla con fuerza no deja avanzar, las sales dañan la bicicleta, los cambios casi no responden, la cadena se atraca. Para mí uno de los problemas es que los candados de seguridad se atascan con la lluvia y con el frío, porque siempre dejo la bicicleta amarrada afuera. A raíz de esto el procedimiento de desbloquearla es exasperante y lleva varios minutos de intento. Una vez también me percaté que las llantas se congelaron. Estaban duras como piedra, que al descongelarse advertí que estaban pinchadas y tuve que cambiarlas.


Otro peligro al andar es el denominado hielo negro. Es el que se produce cuando la temperatura se eleva momentáneamente por encima de los cero grados centígrados y se derrite parcialmente la nieve. Luego vuelve a bajar abruptamente la temperatura con lo que se congelan los charcos, formándose el infame “black ice” o hielo negro, que al ser del mismo color oscuro del pavimento no se nota y son una verdadera trampa de hielo.
Hay que considerar que en invierno es la menor cantidad de horas de luz del día, y a menudo, cuando todavía hay luz natural, esta es poca, debido a la nubosidad habitual en muchos días de esta estación, y eso sin hablar de la niebla algunas veces, por lo que es muy importante hacerse ver. También merece la pena invertir en luces delanteras y traseras, indispensables para circular y se nos vea desde lejos cuando la luz ambiente empieza a declinar.


Afortunadamente cada vez es más la gente que acumula kilómetros en bici, haga el tiempo que haga. Esto ayuda a que yo tampoco tema montar en estos meses sin que el pronóstico meteorológico me haga desistir, como el día en que encaré hacia el trabajo por una ruta cubierta de blanco. El aire congelado no me molestó. El cielo gris se abría sólo para dejar caer más nieve, con esa quietud única que tiene el invierno.

1 comentario:

  1. Por qué yo no había pillado esto? Me encanta Vicky! Solo vos podés hacerme sentir que estoy pedaleando Nueva York leyendote!

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