Pedaleando Nueva York

domingo, 18 de agosto de 2013

Irlanda

La niebla volvía obstinada todas las mañanas, al menos no llovía y la excusa del paseo en bicicleta era llegar a Sheridans, un almacén de quesos artesanales irlandeses en Carnaross, Condado de Meath. Las bicicletas eran prestadas, pertenecían a mi cuñada que es miembro de un Club de Ciclismo local y por lo tanto eran de aquéllas aptas para el ciclismo como deporte. En mi caso no compito; soy sólo alguien que se pasea y traslada de un lugar a otro en bicicleta en Nueva York, que es una ciudad plana donde los cambios sirven bastante poco. Casi nunca los uso, salvo algunas pocas excepciones para cruzar el Queensboro Bridge (que une Queens – Manhattan) o en el trayecto a Brooklyn o tal vez Jamaica (estos últimos vecindarios de Queens), que tienen algunas subidas.
Ella (mi cuñada) me dio unas rápidas especificaciones sobre como realizar los cambios cuando me cedió la bicicleta y a poco de empezar la excursión, con los pronunciados declives de la carretera, me dí cuenta que, a diferencia de Nueva York, allí sí los necesitaba.

Si bien mi esposo y yo estábamos aquella neblinosa mañana en Virginia, Condado de Cavan, su pueblo natal. A medida que nos internábamos en la carretera venían a mi mente que estaba ante el mismo paisaje descripto por Frank Mc Court en sus memorias “Lo es”, cuando en bicicleta repartía telegramas en Limerick, condado ubicado en el suroeste de Irlanda.

“Me veía por la mañana temprano en bicicleta o las carreteras del campo mientras la niebla se despejaba en los campos y las vacas me dirigían algún que otro mugido y los perros me perseguían hasta que yo los ahuyentaba tirándoles piedras. Oía a los niños de pecho que lloraban en las granjas llamando a sus madres y a los granjeros que volvían a llevar las vacas a los prados, a golpes de vara, después del ordeño”. Cuando estas escenas se los ve con ojos de turista, sobretodo para alguien que está de visita en Irlanda y admira a Frank McCourt, esto se torna idílico, aunque no muy alejado de un paisaje rural de Paraguay.


Por ser sábado la feria estaba concurrida y animada con degustaciones de deliciosos quesos y chorizos artesanales que produce la empresa de alimentos. Con el frío de la mañana incluso me tenté y probé un vino. Al finalizar nuestras compras las acomodé en la canasta de la bici y emprendimos el regreso sin prisa, cruzándonos de tanto en tanto con algún granjero.

Con nuestras compras me di cuenta que el accesorio que requería era una cesta, me parecía indispensable. Además una bicicleta urbana sin canasta es incompleta, no les parece?. Es así que en otra expedición, de la única tienda de bicicletas de Virginia compramos una hermosa cesta desmontable en la que pongo de todo, mi cuñada también me regaló una botella de agua de su Club de Ciclismo y son los dos accesorios que traje conmigo a Nueva York y siempre me remontan a los recuerdos de la bella isla Esmeralda.

2 comentarios:

  1. Linda nota, Vicky! Yo también soy una apasionada de la bici, aunque no tengo el privilegio de usarla hace mucho tiempo. Pero parece que ahora podré volver a hacerlo, ya que la nueva Costanera de Asunción se está volviendo "ciclista". Alguna vez escribiré que tuve que hacer para aprender a andar en bici y todas las peripecias anexas.

    Fui feliz estando en Amsterdam y en Roma donde pude darme la felicidad de pasear en bici. Ya me pondré a contar sobre ello. En tanto, felicitaciones por el blog y por la bici. Añua mbarete,

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    1. Myrian querida!, cuando vengas a NY vas a poder andar en bicicleta. La ciudad inauguro este ano el programa City Bike, mediante el cual podes alquilar bicicletas en cualquier parte de la ciudad (a traves de una maquina) y devolverla en cualquier parte. Ojala tengamos la occasion de pasear juntas!. Otro añua tuichapora!!

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